Uno de los pocos escritores que realmente me alegran es Roald Dahl. Principalmente me alegra pensar que lo lean los niños. Que se burlen junto a él de la forma en que llevamos la vida los adultos y se rían de la manera en que nos ponemos serios para intentar justificar nuestras creencias, aunque en el fondo solo sean cosas divertidas y hasta algo ingenuas.
También escribe “para adultos”, por cierto, este autor, pero prefiero sus historias “para niños”. Por eso recomendamos acá este libro, aunque bien podría haber sido “Las brujas”, “Matilda” o cualquier otra de sus entretenidas narraciones.
Como la historia que desarrolla suele ser conocida no diré nada más al respecto, salvo comentar que, si les entusiasma, puedo enviar también “Charlie y el ascensor de Cristal”, que es la continuación menos conocida de esta historia.
Bonita palabra esa, por cierto: entusiasmo. Les contaría de dónde proviene, pero un tesoro que se encuentra por sí mismo, es siempre más valioso.
H.R. – Departamento de Lengua y Literatura
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