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Resolución de misterios 2: El secreto del coche del contrabandista

Actualizado: 13 ago 2020

A continuación, te presentaremos la narración de un caso de misterio, que debes intentar resolver como si fueras un(a) detective.


Para ello, debes fijarte con atención en los distintos datos y elementos que se entregan en la historia, utilizando estrategias de selección de información, organización de datos y aplicando habilidades como deducir e inferir.


En esta oportunidad, compartiremos una historia protagonizada por los jóvenes detectives Amanda Amy Adams y Christopher Lince Collins.


La información puede estar desplegada tanto en la narración como en la imagen que ilustra el texto.



EL SECRETO DEL COCHE DEL CONTRABANDISTA


El sargento Treadwell había vuelto a disfrazarse. Llevaba una peluca de pelo gris azulado, un vestido rojo de lunares y bonitos zapatos de piel blanca. Estaba sentado en un banco del parque, intentando sonreír como una dulce y menuda viejecita.

Lince, con peluca negra y un enorme sombrero, estaba a su lado. Al otro lado estaba Amy, que llevaba falsas gafas.

—Éste es un buen motivo para no ser poli —dijo Lince riendo—. Debes querer mucho tu oficio para disfrazarte de este modo.

—Shhh —susurró el sargento Treadwell retocándose la peluca. Añadió con voz aguda—: Como se supone que sois mis nietos, os agradecería que fuerais amables. Además, ¿existe algo más inocente que una viejecita menuda?

—Sarge, no te ofendas, pero la mayoría de las viejecitas menudas son bastante más pequeñas y mucho mayores que tú —dijo Amy—. Resultarías más convincente si no tuvieras esos hombros tan anchos y esa cara juvenil.

—Shhh —insistió Sarge—. Ahí está el coche de Sly Malone.

Estaban en el parque Von Buttermore, frente a la estación de servicio de Sam. Hacía un par de semanas que el sargento Treadwell sospechaba que Sly Malone, un conocido delincuente, contrabandeaba platino robado de Estados Unidos a Canadá. Cada vez que Sly cruzaba la frontera, los funcionarios de la aduana le registraban el coche, pero hasta ahora no habían encontrado un solo indicio del «oro blanco».

—Lo único que sé —prosiguió el sargento Treadwell con su voz de viejecilla menuda— es que durante los tres últimos días, todas las tardes ha venido a este garaje. Me gustaría saber qué tiene de especial la estación de servicio de Sam.

—Tal vez tiene muchos problemas con el coche —sugirió Amy.

—O en el garaje ocurre algo sospechoso —añadió Lince.

El sargento Treadwell asintió.

—Es posible, pero yo no he reparado en nada. Ya veremos qué ocurre. El coche se acerca. Lince, prepara el bloc y el bolígrafo y trata de descubrir algo.

—¡Rápido! —susurró Amy—. El coche está entrando en el garaje.

Lince sacó el bloc y el bolígrafo y se puso a dibujar a toda velocidad.

Sly Malone, con el pelo untado de brillantina, detuvo el gran sedán rojo delante de la puerta del garaje. Se apeó y entró en la oficina. Poco después salió un mecánico, que subió al coche.

Amy apretó los puños y exclamó:

—¡Deprisa!

La gran puerta del garaje se abrió y el mecánico entró el coche. Lince logró terminar el dibujo antes de que la puerta se cerrara.

—Ayer y anteayer ocurrió exactamente lo mismo —explicó el sargento Treadwell —. Sly se apeó, un mecánico entró el coche y, una hora después, Sly volvió a salir al volante. ¡Ojalá supiera lo que ocurrió en el garaje!

Los tres camaradas permanecieron más de una hora en el banco del parque, aguardando la salida de Sly. Mientras esperaban, un hombre mayor se acercó y se detuvo delante del sargento Treadwell. Sonrió e inclinó la cabeza ante el trío.

—Bonito día, ¿no le parece? —preguntó el anciano.

El sargento no sabía qué hacer. Después de unos instantes de desesperación respondió con voz aguda:

—Ejem, su… supongo que sí.

—Bonito día para ir a cenar. ¿Le apetece comer algo conmigo? Por supuesto, sus nietos también están invitados.

El sargento Treadwell se puso en pie, se acomodó el vestido y se tambaleó sobre los tacones. Miró al hombre y replicó:

—¡Amigo, muchas gracias, pero no puedo aceptar!

El anciano pareció sorprenderse ante la corpulencia de la «abuela».

—¡Lo dejaremos para otro día! —exclamó y puso pies en polvorosa.

En cuanto el hombre se alejó. Lince y Amy rieron a mandíbula batiente.

—Sarge, creo que cuando vio que eras dos veces más corpulento que él, se alegró de que rechazaras su invitación —comentó Amy riendo entre dientes.

Pocos minutos más tarde Sly Malone sacó el coche del garaje. El sargento Treadwell miró el vehículo y alzó las manos.

—¡Nada, absolutamente nada! Estoy seguro de que contrabandea platino a Canadá, pero no he logrado descubrir de qué forma lo hace.

—¡Un momento! —intervino Amy—. Rápido, Lince, vuelve a dibujar el coche.

—Bueno. Creo que sé en qué estás pensando.

Lince arrancó el primer dibujo y puso nuevamente manos a la obra. Mientras Sly sacaba el coche marcha atrás, Lince se apresuró a dibujarlo. Los superdetectives repararon en varios detalles y cuando Lince concluyó el segundo dibujo, ya habían resuelto el caso.

—Toma, Sarge, aquí tienes la solución —orgulloso, Lince le entregó los dibujos.

Amy añadió:

—¡Estúdialos atentamente y sabrás cómo contrabandea platino Sly Malone!

¿Cómo hacía Sly Malone para contrabandear platino?


M. Masters., en El misterio del perro secuestrado y otras historias



Puedes revisar la respuesta a este caso en el Solucionario III: Resolución a partir de análisis. También puedes aclarar alguna duda directamente con tu profesor de Lengua y Literatura a través del Contacto, en la página inicial.


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